LA FRASE

"ME PARECE EXCELENTE LO DE MILEI CON ELON MUSK, PERO YO LE HUBIERA LLEVADO UNOS LIMONES."(MAURICIO MACRI)

lunes, 26 de marzo de 2012

CÍRCULOS


Por Raúl Degrossi

El sábado se conmemoró en todo el país el Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia, signado ésta vez por el foco puesto en alumbrar la complicidad civil con el golpe; centralmente las de los grupos económicos que utilizaron a las fuerzas armadas como un instrumento de sus propios intereses.

El caso Gutheim, los crímenes del apagón de Ledesma, Loma Negra, las comisiones internas combativas masacradas a pedido y con la complicidad de las patronales en Mercedes Benz, Ford y tantos casos más y -por supuesto- Papel Prensa, son ejemplos emblemáticos del verdadero entramado que sustentó el asalto al poder democrático en la madrugada del 24 de marzo del 76'.

Acorde con el tono que asumió la conmemoración del sábado, las tapas de los dos accionistas mayoritarios de Papel Prensa  del día no hicieron la más mínima mención al hecho, como si quisieran borrar con eso pecados y culpas del pasado.

Aunque de ese modo recordaran (con escalofriante similitud) aquéllas tapas de los años de plomo, en la que se fraguaban enfrentamientos para blanquear asesinatos en masa, o se empeñaban en subrayar la presunta normalidad de un país sumido en un macabro experimento de reingeniería social a gran escala, con el terrorismo de Estado como metodología.

Pero claro que el sábado las tapas de los accionistas mayoritarios de Papel Prensa (aquél regalo de Videla y la Junta de genocidas que presupuso su obvia complicidad con la matanza) no estuvieron en blanco, no señor: ese recurso lo reservan para autovictimizarse en democracia (porque no hubo tapas de Clarín en blanco durante la dictadura, ni tapas recordando artículos de la Constitución, para expresar repudio a lo que pasaba), cuando ven amenazados sus intereses empresariales.

Por el contrario, pusieron en primera plana el caso Ciccone, que viene siendo a esta altura -en el contexto político que pretender crear desde el relato mediático- el equivalente de aquél famoso affaire del cheque de la Cruzada de Solidaridad de los tiempos de Isabel: agitar el fantasma de la corrupción (real o inventada, para el caso lo mismo da) con el propósito de desestabilizar.

Con el cinismo de cuestionar que -desde las estructuras del Estado- se hagan negocios particulares; justo ellos, que deben todo el imperio económico edificado por años, a sus oportunos negocios con el poder político, canjeando corrupción por silencio, incluso en plena noche de la dictadura. 

Sobre todo entonces. 

Isabel decía antes, y encuentro allí otro círculo: desde el diario dueño de Papel Prensa, Susana Viau (como dice Lucas acá: la Elisa Carrió del periodismo) insiste con una metáfora (cada vez menos metáfora, habrá que decir): Cristina es Isabelita.



Viuda, incapaz, aislada, entornada, sin contacto con la realidad.

Poco importa que medien más de treinta años de distancia -con nada menos que la dictadura en el medio- entre una y otra, las más que obvias diferencias de contextos políticos, personalidades, trayectorias políticas y hasta cometer el exabrupto de homologarla con quien tuviera al payaso siniestro de López Rega como factótum de su gobierno, el asunto es otro: isabelizar a Cristina tiene el mismo propósito que tenía en las vísperas del golpe exponer los defectos de Isabel Perón.   

Generar la idea de un vacío de poder, de que el país está a las puertas de una crisis política terminal de imprevisible resolución; y para la que además -como en el 76'- no se pueden buscar respuestas en el arco opositor.

La columna de Van Der Kooy de ayer subraya el mismo punto, mientras habla nada más ni nada menos que de que el gobierno buscaría anticipar las elecciones; otro tópico de tapa a principios del 76', otro círculo hacia el pasado.

Ni una ni otro tuvieron el más mínimo pudor en decir lo que dijeron el día después del aniversario del golpe, e incluso Viau fue aun más lejos: homenajeó a su antiguo patrón (Lanata) recordándonos que la corrupción mata (justo cuando conmemorábamos formas bastante más drásticas de matar), parangonando la tragedia de Once con el caso Ciccone; y reverenció a sus nuevos patrones: con la excusa de reivindicar al juez Cavallo, defendió a Ernestina en la causa de sus hijos adoptivos.

Logrados -como mínimo- mediante un procedimiento fraudulento, aprovechando los fluidos contactos que tenía con los jerarcas de la dictadura; que además -y esto sí está probado por la justicia- diseñaron un plan sistemático de robos de bebés.

Y hablando del anterior patrón de Viau, el hombre es un verdadero experto en describir círculos: de justificar la quiebra y vaciamiento de Crítica en el ahogo financiero que significaba importar papel por el monopolio de Papel Prensa (hecho que aprovechaba para ventilar la causa de los hijos de Ernestina), a periodista estrella del grupo, con programas en Radio Mitre y Canal 13.

El hombre fue justamente el pionero del parangón entre Cristina e Isabelita: tanto como que lo dijo nada menos que el día siguiente al de la muerte de Kirchner, desde las páginas de La Nación, el otro socio de Papel Prensa.

Y acá lo vemos reincidiendo desde las páginas del pasquín de Fontevecchia (ejemplo del periodismo cómplice con los crímenes de la dictadura, si los hay):


Pavada de final de la columna: al gobierno (y por ende al país) sólo le esperarían en el futuro autismo (alguien debería decirle a esta altura a Lanata que es una enfermedad, que padece mucha gente, que no merece figurar con frecuencia en sus bananeadas baratas) y represión.

Si alguno quiere ver en la secuencia otro círculo con los años de plomo, no diré que estoy en desacuerdo.

A lo mejor esta gente es más sutil de lo que parece, y eligió una extraña forma de conmemorar el 24 de marzo.

Claro que mientras ellos parecen empeñados en seguir girando en círculos (y como siempre el disparador son lo que perciben como amenazas para sus propios intereses, u oportunidades para favorecerlos), la historia transita por sus propios caminos; y de todos nosotros depende romperlos, o en todo caso crear nuestros propios círculos.

Garantizando la continuidad de las políticas de memoria, verdad y justicia subiendo también al banquillo a los cómplices y socios civiles del genocidio argentino, mientras luchamos por seguir construyendo un país que nos comprenda a todos, para lo que necesariamente (como quedó demostrado en el debate de la ley de medios) hay que avanzar sobre sus intereses, que no son los de la mayoría del pueblo argentino.

1 comentario:

Daniel dijo...

Que sensación pesada y reiterada la de soportar a estos tipos girando en ese círculo que bien mencionás.
Cada mañana me levanto, me asomo a la ventana y escucho como le taladran la cabeza a mis vecinos, que suelen poner bien alto Radio Mitre...