LA FRASE

"ME DICEN QUE ESTÁ VINIENDO PARA ACÁ EL MINISTRO CAPUTO, ASÍ QUE TRÁIGANME ESA REMERA QUE DICE "NO HAY PLATA"." (KRISTALINA GEORGIEVA)

martes, 13 de marzo de 2012

EN ESTO ANDAN


Por Raúl Degrossi

La ansiedad los domina, y les termina jugando una mala pasada: todo lo que intentan no prende en la gente, no hay caso; ni siquiera intentando caranchear la tragedia de Once.

Ni la fuga de depósitos, ni la disparada del dólar, ni el "ajustazo griego", ni el conflicto con Moyano, ni la minería a cielo abierto: o se caen por su propio peso, o no deciden a nadie a blandir las cacerolas.

Y que decir del caso Ciccone: hagan la prueba de parar a alguien por la calle y pregúntenle si oyó hablar de eso, si sabe de que se trata y que opinión tiene.

En el mejor de los casos (si se topan con algún "TN dependiente") les van a decir "los kirchneristas son todos chorros", o algo parecido; cantinela que venimos oyendo desde el 2003 y que -a juzgar por los resultados- parece no tener demasiado peso electoral.

Aun no debidamente escaldados por el papelón del 23 de octubre, los medios que juegan políticamente en contra del gobierno no aciertan no ya a ensayar una mínima autocrítica: por momentos parecen no tener siquiera nuevas estrategias, para intentar alcanzar el mismo (y obsesivo) objetivo de liquidar el ciclo kirchnerista; que se resiste a morir aunque lo dieron por concluido infinidad de veces: Morales Solá -sin ir más lejos, y ya que a él corresponde la columna de la imagen- desde el día después de las elecciones legislativas del 2009, por lo menos.

Tanto es así que se les terminan las barajas, que desde que Cristina comenzó su segundo mandato vienen ensayando un operativo "revival" de diciembre del 2001, delarruizándola: la Cámpora ocuparía el lugar del Grupo Sushi (el "entorno" que la mantiene aislada y sin contacto con la realidad), el vicepresidente representa un problema por hechos de corrupción (entonces "Chacho" Alvarez porque denunciaba los sobornos en el Senado, hoy Bouodu por su supuesto tráfico de influencias), la denuncia"explosiva" se origina en los medios y se fogonea todos los días desde allí; y se sueña con provocar el terremoto institucional que libere el impulso cacerolero, y se lleve puesto al gobierno.

Con esa sencilla operación se pretende licuar el resultado de las elecciones, que al fin y al cabo (en esa idea) son una mera foto del humor social de un domingo determinado: ¿o acaso -nos dirán- el propio De La Rúa no llegó al gobierno amparado en un amplio respaldo popular que se evaporó rápidamente?

Y los periodistas independientes son los verdaderos héroes civiles, claro: es más simpático (y consuela más el ego de gente como Lanata) pensar eso, que admitir que son apenas peones o alfiles de movimientos que vienen ordenados de más arriba, de sus patrones, que apelarán a cualquier cosa con tal de defender sus intereses. 

Si así fue la secuencia con un gobierno que ellos contribuyeron decisivamente a instalar como el de la Alianza, imaginen con uno al que desean -con odio cordial y republicano- que no termine su mandato, como el de Cristina.

Pero ojo, están haciendo algo más que desearle un final anticipado: están trabajando todos los días, y con todos los medios (dicho en un sentido tanto literal como metafórico) a su alcance, para eso; por lo que -aunque nos parezcan patéticos- no hay que menospreciarlos y estar atentos.

Y hablando de patetismo, el encabezamiento de la columna de Morales Solá no podría ser una muestra más cabal: "respaldaría", "eventualmente", "podría ponerlo a las puertas de un procesamiento", mucho ruido y casi ninguna nuez.

La ansiedad destituyente va más rápido que los tiempos de la justicia, sobre todo cuando el tema viene flojito de papeles digamos: en cualquier país "serio" (de esos que a ellos les gusta siempre poner como ejemplo) el hecho de que un vicepresidente en funciones deba responder ante un tribunal por un presunto hecho de corrupción (que de exiistir, se habría producido antes de ser vicepresidente, detalle que JMS omite porque ahí muere el paralelismo con los sobres de Santibáñez y De La Rúa), sería causal de un escandalete político, pero al mismo tiempo, un índice de salud de las instituciones: demostraría que el poder no compra impunidad.

Sin ir más lejos, la causa Ciccone ya no está en manos de Oyarbide, lo que quita del medio otra excusa; ahora tiene el camino despejado para progresar, si es que tiene alguna sustancia.

Porque no pretenderán los "republicanos" como Morales Solá que se desate una crisis institucional (por ejemplo la renuncia del vicepresidente) nada más que con unas cuantas tapas de Clarín o La Nación, ¿no?, ¿qué clase de republiqueta resuelve las cosas de ese modo?

Y ni hablar del caletre moral de estos censores de bragueta abierta: supongamos por un momento que Boudou traficó influencias a favor de Ciccone para que no quebrar, o más aun; para que se quedara con algún negocio con el Estado.

¿Dónde quedan entonces Clarín y La Nación obteniendo de la dictadura el regalo de Papel Prensa, o Magnetto negociando con Duhalde la pesificación asimétrica para licuar una deuda multimillonaria en dólares, o la ley de bienes culturales para salvarse de la quiebra?

Beneficios obtenidos no casualmente en marcos de excepcionalidad institucional: una dictadura genocida en un caso, la más grande crisis política de la recuperación democrática en el otro.

Por eso Morales Solá menta al fantasma de la crisis institucional: porque lo necesitan -como lo necesitaron siempre- para medrar con sus negocios, para garantizar la supervivencia de sus intereses.

Con esqueletos de ese tamaño en el placard, yo me cuidaría bien de agitar fantasmas de corrupción; y algo de eso intuye el hombre común de a pie, si es que se detiene un instante a meditar sobre todas estas cosas.

En esto andan ellos desde el 23 de octubre para acá: en lo mismo que anduvieron siempre, más urgidos ahora porque el 54 % se cierne como una amenaza más concreta para sus intereses.  

Y por allí van a seguir, porque es mucho lo que se juegan.

El asunto es en que andamos nosotros, porque de la encerrona en que nos quieren meter se sale como de los laberintos: siempre por arriba, yendo por más.

Sin desperdiciar tanta energía en refutarlos a diario, porque justamente gracias al kircnerismo (al atril de Néstor, al debate de la ley de medios, a la comunicación alternativa, entre otros factores) hace tiempo ya que se le ven las patas a esta sota.

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