LA FRASE

"NO ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER: ESTELA DE CARLOTTO ES GOLPISTA Y EL GENERAL VIDELA LO ÚNICO QUE HIZO FUE COMBATIR AL TERRORISMO." (VICTORIA VILLARRUEL)

sábado, 22 de septiembre de 2012

SOBRE EL ODIO Y LOS ODIOS


Si bien se trata de La Nación y uno sabe más o menos a que atenerse, cuando se detiene en el título de ésta editorial de hoy, supone que habrá alguna mención a lo que fue la nota dominante de los cacerolazos del pasado jueves 13: las expresiones audibles y visibles de odio.

Odio racial, social, de género, político, de impotencia, pero odio al fin, dispensado en sus diferentes formas y manifestaciones, desde verbales a simbólicas y por suerte, -al menos por ahora- todavía no físicas.

Pero no: la búsqueda será en vano, no se encontrará allí no ya la más mínima condena o repudio, sino siquiera alguna mención a esos odios, con lo que el silencio del editorialista al respecto sólo puede tener una explicación: más allá de la impostada apelación a la convivencia ciudadana, entiende que hay odios más tolerables que otros; más justificados que otros.

Siempre dependiendo de quien odia, y por qué.

Del mismo modo que la misma tribuna de doctrina, su socio en Papel Prensa y el resto del periodismo militante opositor omitieron los testimonios concretos de los caceroleros (o los guionaron burdamente, como hizo TN y bien apunta hoy Luis Bruschtein en Página 12), ahora no sólo los ignoran, sino que lo justifican.

Si se repara en el editorial, toda expresión social de odio está generada desde el "poder" (léase desde el gobierno), o desde los que adhieren al kirchnerismo: los de la vereda de enfrente son criaturas seráficas y angelicales, que en todo caso no odian: se indignan, justificadamente, ante los atropellos de los que serían víctimas.

Pero hete aquí que, si bien el odio es un sentimiento propio de la condición humana (todos podemos sentirlo, bajo determinadas circunstancias y frente a determinados disparadores), la historia argentina tiene innumerables ejemplos que revelan que el odio constituido en discurso y (sobre todo) praxis política, es patrimonio exclusivo de las minorías antipopulares.

Porque como decía Jauretche y lo recuerda Bruschtein en su artículo, no es la conquista de derechos lo que genera odios, sino la pérdida de privilegios.

Es tal el grado de impune tergiversación de la realidad, que la editorial del diario fundado por Mitre  cita la consabida frase de Hernández en el "Martín Fierro"; el libro escrito para denunciar las crueldades y atropellos del régimen mitrista contra el gauchaje, en el marco de las expediciones al interior de los procónsules mitristas que se cobraron la vida de Peñaloza y tantos otros, para imponer a sangre y fuego un proyecto político contrario a los deseos de las masas populares.

El mismo Mitre que le devolvió sin leer a Adolfo Saldías su libro sobre la época de Rosas, porque "todo liberal de ley debía guardar concientemente los nobles odios contra las tiranías": como vemos, la cuestión de los odios viene de lejos, y no empezó con el kirchnerismo.

Decíamos que son las minorías las que construyen proyectos políticos a partir del odio, y nuestra historia lo demuestra: la Semana Trágica, la Patagonia rebelde, los bombardeos a la Plaza en el 55', los fusilamientos del 56', el genocidio desplegado por el terrorismo de Estado desde el 76' que son, sino la puesta en acto de un filosofía política del odio; mezcla de incomprensión y desprecio por el pueblo, y resentimiento por lo que sienten como pérdida de privilegios, pero que para otros representa la conquista de derechos elementales, que hubieron de lograr (eso sí) muchas veces con la lucha, porque las minorías nunca fueron amantes de concederlos graciosamente.

Por el contrario, quien ha leído historia recordará aun hoy los testimonios azorados de la oligarquía cuando las masas tomaron por su cuenta las calles de Buenos Aires el 17 de octubre, porque -pese a sus temores- no desataron el terror sobre los ciudadanos indefensos, y respetaron la propiedad privada; lo que no le impidió a la venerable señora de Oyuela indignarse porque se lavaron los pies en las fuentes de la Plaza de Mayo: una especie de Chilavert de aquéllos años, que reducía un fenómeno social a un problema estético.

Esos tristes hechos de odio puesto en acto que recordamos, nos demuestran claramente lo que harían algunos (que dicen que los odiamos) con nosotros, si tuvieran la oportunidad; porque no nos consideran dignos no ya de expresar opiniones políticas o adherir a un proyecto (basta ver los comentarios en las ediciones digitales de los diarios, o en las redes sociales), sino de compartir con ellos el mismo país.

Es verdad que desde el Estado debe primar la ejemplaridad y el llamado a la concordia (¿qué otra cosa si no eso ha hecho Cristina, con todas las agresiones y barbaridades que se le han dicho?), pero también es cierto que en una democracia, gobierna el que elige el pueblo, y para llevar adelante el programa que ese mismo pueblo ha votado.

De modo que saquénse las caretas y digan la verdad: no disfracen de llamado a la conciliación y la concordia nacional (compungido y falso, en términos históricos y actuales) lo que no es sino la justificación del odio real y concreto que se manifestó en público (y se replica a diario); y el pedido de que el gobierno modifique el rumbo violando su mandato, para que unos pocos puedan mantener algunos privilegios inadmisibles en una sociedad con los grados de desigualdad que todavía tiene la nuestra.

O la preparación del terreno para justificar teóricamente el asalto a las instituciones de la democracia -como tantas veces se ha hecho- en nombre de la libertad.

3 comentarios:

Agustinteresa dijo...

No es necesario ir tan atrás en el tiempo. Del mismo modo justificaron las golpizas a periodistas de diversos medios cuando las primeras marchas. Una suerte de odio generado por el Gobierno nacional y afines y que de alguna manera misteriosa se canaliza a través de estas " pobres víctimas", la "gente", devenida ahora en " la voz del pueblo". Muy bueno el post. Saludos.

Anónimo dijo...

Por más vueltas que le des, sólo podés llegar a la conclusión de que son mentirosos, hipócritas y como si eso fuera poco, de la más absoluta mala fe.
La pateada de tablero - y no me refiero a la vergonzosa comparsa del odio sino a lo sucedido en la última década - NO LA PUEDEN DIGERIR. Recordá nada más el ultimátum lleno de soberbia e impunidad que José Claudio Escribano le publicó a Néstor a minutos de su elección.

Cada día con mayor ahínco, LTA!!!

Faltan 75 días para el 7 de diciembre.

Saludos
Tilo, 71 años

Anónimo dijo...

Siempre tienen la opción de irse a vivir a Montevideo, o mejor a Asunción, donde hicieron "el golpe republicano" que acá no van a poder hacer.