LA FRASE

"LA CANTIDAD DE PERROS DEL PRESIDENTE ES UNA DE LAS CUATRO O CINCO COSAS EN LAS QUE LOS ARGENTINOS NOS TENDRÍAMOS QUE PONER DE ACUERDO." (MANUEL ADORNI)

domingo, 24 de febrero de 2013

UN PENSADOR PARA LA ARGENTINA DEL FUTURO


"Digamos que puede entenderse que un régimen que ha demostrado una vocación de poder cuyo impulso no vacila en atropellar instituciones y límites políticos -hasta expresar el intento más serio y sistemático que se conoce desde 1983 a la fecha por instalar una dictadura-, se esfuerce por seducir al sentido común de la sociedad con la idea de que ellos son los únicos convocados por la historia o por Dios para gobernar el país. Lo que se entiende menos es que los opositores consuman alegremente la medicina de resignación y conformismo que les brindan los hechiceros de turno.

Los regímenes populistas se sostienen en el poder gracias a los fanáticos que movilizan a través de la demagogia y a los resignados que paralizan a través del miedo o la resignación, aunque a decir verdad el populismo criollo en versión kirchnerista muchos fanáticos no moviliza, un rasgo diferenciador del chavismo, por ejemplo, al que hay que admitirle un liderazgo carismático que los Kirchner -Ella y Él- están muy lejos de haber adquirido.
No movilizan fanáticos, pero sí corrompen y lo hacen con cinismo, desparpajo e impunidad. El populismo en ese sentido hay que pensarlo como una formidable y monstruosa maquinaria de corrupción, de estímulo a las pasiones primarias, de culto a la irracionalidad y desprecio a las normas. Lo que toca corrompe. Corrompe a las clases altas con negocios subsidiados, blanqueos y beneficios insólitos; corrompe a las clases medias con consumismos livianos, corrompe a las clases populares con planes sociales esclavizantes, prácticas culturales alienadas y circo, mucho circo.
Corrompe ideales, causas justas, reivindicaciones históricas. Ni integración social, ni movilidad ascendente, ni libertad política. El populismo arrastra a una sociedad hacia el fracaso, y el padecimiento puede ser prolongado porque logra convencer a la gente de que ese es el mejor camino posible, que las virtudes son vicios y los vicios virtudes, que es mejor no trabajar que trabajar, que es más digno ser sometido que libre, que es más útil no pensar por cuenta propia que pensar, que la inteligencia es una carga indeseable, que la cultura un objeto a desconfiar, salvo que estimule o aliente la barbarie, y que la culpa de todos los males que nos agobian siempre la tienen los otros.
Curiosamente, el régimen que invoca ser el titular de las pasiones populares, en el único espacio en donde ha despertado alguna pasión más o menos genuina, ha sido entre universitarios, pequeños burgueses que se suponen “progres” e intelectuales que creen estar saldando existencialmente las asignaturas pendientes de la década del setenta. Allí empiezan y concluyen las adhesiones sinceras, a decir verdad más dignas de ser evaluadas por un psiquiatra o un psicólogo que por un cientista social. Las demás adhesiones provienen del dinero, los cargos públicos bien rentados y las oportunidades de hacerse millonarios de la noche a la mañana, en definitiva, la suma de triquiñuelas, ruindades morales y granujerías que practican diariamente esa suerte de agencia de colocaciones conocida con el nombre de “La Cámpora” y otros sellos afines, todos muy entusiastas a la hora de reivindicar gestas que no conocieron y mucho menos vivieron, aunque hasta la fecha la única víctima que pueden exhibir caída en la lucha, lo haya hecho no en los altares de la revolución social, sino en los de Onán.
Ahora bien, ¿acaso no hay otro camino para la oposición que no sea parecerse a quien se pretende desplazar? ¿Otra vez un caudillo rodeado de incondicionales ávidos de poder y riquezas? ¿Otra vez un caudillo enfermo de gloria, imponiéndonos su corte de obsecuentes, sus esposas histéricas y sus hijos más o menos estúpidos?
Esto es lo que necesita el país: pensadores lúcidos, serenos, elevados por encima de las pasiones que arrebatan al común de los mortales.
Despojados de todo odio y fanatismo, equilibrados, magnánimos, dispuestos a respetar al adversario sin dejarse nublar por el fanatismo.
Empeñados en el argumento y el juicio sereno, y resistiendo a la tentación de agraviar al que piensa distinto.
Rogelio, un ejemplo a seguir; no como Laclau y todos esos, que dicen que los conflictos son el motor de la historia.
Las negritas son nuestras, el original completo acá.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

Pan de trotyl.

Adriana dijo...

pero qué pasa con esta gente, que no consiguen uno que maneje más o menos las reglas básicas del castellano?

Anónimo dijo...

Yo tengo una teoría. Si a este tipo lo cago a trompadas, va a seguir hablando con el mismo tonito y desparpajo, entonces ........Ahora bien, tambien me dicen que en el Comedor Universitario le pegaron y no habló por 25 años ........

Anónimo dijo...

para cuando un "argentino argentino" y no un "argentino judío" como dijo pichetto

Anónimo dijo...

periodista enfermo de gorilismo, conocedor profundo de la corrupcion, de como buenos sueldos y honores hacen cambiar otroras revolucionarios pensamientos por obsecuencias a los poderes locales de turno y a los halagos de las burguesias locales tan criticadas en otras tiempos juveniles que tristeza envejecer con tanta degradacion