LA FRASE

"NO ES TAN DIFÍCIL DE ENTENDER: ESTELA DE CARLOTTO ES GOLPISTA Y EL GENERAL VIDELA LO ÚNICO QUE HIZO FUE COMBATIR AL TERRORISMO." (VICTORIA VILLARRUEL)

viernes, 15 de marzo de 2013

¿CUÁNTAS DIVISIONES TIENE EL PAPA?


Por Raúl  Degrossi

La pregunta del título -se sabe- se le atribuye a Stalin, y aun cuando hay al menos tres versiones distintas sobre la ocasión en que la hizo, está claro que interpela sobre la capacidad concreta de influencia política de la iglesia católica; porque su decisión de jugar en ese terreno cuando lo cree conveniente, siempre estuvo fuera de discusión.

Y es pertinente a propósito de la elección de Bergoglio como Papa y su repercusión en  la Argentina; que es el aspecto que me interesa analizar acá, más allá de las razones (algunas que puedo suponer, otras inaccesibles al común de los mortales) que decidieron a los cardenales a optar por un argentino para reemplazar a Ratzinger.

Es indudable que un hecho de esa proyección histórica no puede no tener consecuencias políticas en el plano doméstico, y de hecho ya las está produciendo: hay un renovado ánimo en ciertos sectores de la clase media urbana (que no necesariamente son católicos, o practicantes), que parecen vivir una especie de revival de aquéllas jornadas de Corpus Christi del 55'; en una exagerada traspolación de tiempos históricos.

Incluso no faltan quienes atribuyen a la decisión del cónclave el propósito manifiesto de confrontar con el gobierno argentino y con Cristina en particular, lo que encierra en sí mismo un contrasentido: nos dicen todo el tiempo que estamos aislados del mundo y que somos un país irrelevante, pero al parecer, seríamos lo suficientemente importantes como para que la curia romana descargue todo su poder (cualquiera sea realmente éste) contra el proyecto político iniciado en el 2003, nada menos que a través de la elección de quien ha de conducirla.

En una visión más realista, la elección de Bergoglio seguramente tendrá efecto (por el rol que ahora pasa a jugar) en el desarrollo futuro de algunas discusiones pendientes en el país que son de especial interés para la iglesia, como la despenalización del aborto o la reforma del Código Civil.

Sin embargo, aun cuando el ahora Papa volcara (como de hecho lo hará) toda su influencia para congelar esos debates, lo cierto es que avanzarán o no de acuerdo al clima social imperante, y las viscisitudes propias de un año electoral: un elemental ejercicio de realismo político indica que el gobierno no alentará conflictos allí donde no los tiene; a lo que hay que añadir en el caso del aborto, las convicciones personales de Cristina ya explicitadas por ella misma, cuestión ésta última que no es una toma de postura personal, sino simplemente una constatación.

De paso, el ejemplo del Código Civil resulta oportuno para desmontar algunas lecturas en exceso simplificadas de la realidad: la elección de Bergoglio encuentra a Cristina planteando reformas en la justicia, que la llevaron a confrontar con Lorenzetti como cabeza de la Corte y representante autodeclarado de la corporación judicial. 

Sin embargo, el proyecto de reforma del Código Civil (en especial el régimen del matrimonio y las relaciones de familia) los unificó, y también la crítica frontal del entonces cardenal a la iniciativa: de hecho, Bergoglio fue más duro al respecto con el presidente de la Corte, que con la propia Cristina. La semana próxima ambos (Cristina y Lorenzetti) integrarán la comitiva oficial que asistirá a la asunción del nuevo Papa.

También es probable que la designación de un Papa argentino posponga el incipiente debate que se abría sobre el sostenimiento del culto católico (el propio Bergoglio percibe una asignación del Estado argentino como obispo, a partir de una ley de la última dictadura), que involucra además discutir una reforma constitucional; tema sensible si los hay.

No parece en cambio para nada probable que se produzcan -a partir de la presión ecleciástica, reforzada por un Papa argentino- retrocesos en otros avances logrados en estos años como el matrimonio igualitario: la  iglesia ha debido contentarse -en la Argentina y en el mundo- con convivir con normas dictadas por el poder político para regir a la sociedad civil con las que estaba en frontal desacuerdo, como el divorcio o la despenalización del aborto; y Bergoglio podrá ser cualquier cosa pero no se le puede desconocer inteligencia: no plantearía de nuevo una discusión que ya perdió, y en la que quedó mal parado; aunque luego pasara facturas hacia el interior de la conferencia episcopal, por haber errado la estrategia. 

Claro que además de Papa, Bergoglio es un jefe de Estado, que como tal tendrá relaciones de ese tenor con el gobierno argentino, con cuestiones urticantes pendientes, como la del obispado castrense; y otras que con el tiempo han perdido voltaje, como la designación de los obispos argentinos a partir del Concordato de 1966: allí tienen más para temer del dedo papal sus rivales en las disputas internas de la iglesia argentina (como el dinosaurio Aguer, arzobispo de La Plata), que el gobierno nacional.

Otro aspecto de no menor importancia lo constituye la continuidad de las causas por los crímenes de lesa humanidad cometidos durante la dictadura: a la postura tradicional de la iglesia de pedir por la "reconciliación" (léase la impunidad de los genocidas, que ya se "apropiaron" del Papa argentino), se suma que el nuevo Papa está personalmente involucrado en el asunto.

Siendo realistas respecto a los roles que han jugado en esas causas tanto la iglesia, como sectores de la justicia argentina, no parece muy probable esperar que la causa que afecta a Bergoglio avance al punto de sentar al Papa en el banquillo de los acusados; hecho que provocaría una verdadera conmoción de escala internacional. De hecho se puede percibir el inicio (sin demasiada sutileza) de una campaña mediática tendiente a olvidar el asunto; apelando incluso a la autoridad de personas como Pérez Esquivel.

De la que se prenden también algunos kirchneristas, que confunden  realpolitik con sobreactuación: si Bergoglio tuvo o no responsabilidad concreta en violaciones a los derechos humanos durante la dictadura es algo que deberá determinar la justicia, pero lo que es indudable es que fue un opositor decidido al proyecto político iniciado por Néstor Kirchner, y que hoy conduce Cristina. 

Mayor interés aun para el análisis tiene determinar el grado real de Influencia de la iglesia (vehiculizado eventualmente en este caso nada menos que por un Papa argentino) en las opciones electorales del común de la gente, y en las posibilidad de articulación de la dispersa oposición al kirchnerismo.

Lo primero está directamente vinculado al clima de época, que marca claramente (al menos hasta el momento de la elección de Bergoglio) una creciente pérdida de influencia de la iglesia en el pensamiento y las decisiones (de vida cotidiana y de preferencias electorales) de la mayoría de los ciudadanos, incluso de los propios católicos: no parece que eso vaya a cambiar drásticamente, porque el Papa sea argentino, porque lo que está cuestionado socialmente es la propia institución. 

Y con relación al rol de articulador del espacio opositor que el propio Bergoglio se impuso en su paso por el arzobispado porteño, adhiero a lo que marca acá Gerardo: no parece que -aunque se lo propusiera- el nuevo Papa lograra el milagro de dotar de cohesión y coherencia al archipiélago opositor al kirchnerismo. 

Sucede al respecto lo mismo que pasó con otros articuladores no institucionales del campo opositor, como las patronales del campo (un ejemplo claramente irrepetible) o los medios tradicionales, que además reemplazaron en el tiempo a Bergoglio como gestores de la unidad opositora, justamente por su fracaso en ese rol: el cierre de listas para las elecciones (ese momento en el que todos empiezan a los codazos para entrar en lugares expectables) no se hará en Roma, ni habrá que esperar a los resultados de las mesas del Vaticano (como aquella mítica de Necochea), para saber como queda compuesto el tablero político e institucional del país.

Con lo que la pregunta de Stalin del principio debería reformularse, para indagar acerca de cuantos votos aporta el Papa; y de donde provendrían: la similitud en éste caso con el movimiento cacerolero es nítida, en tanto todo indica que, quienes podrían orientar su voto en función de lo que haga o diga Bergoglio desde Roma, mayoritariamente ya adversan al kirchnerismo.

Lo que no quita que la Santa Sede pase a cumplir -en lo sucesivo- el papel que tenía Puerta de Hierro en los 60' y 70': todo opositor que se precie -e anche algún oficialista- querrá tener su foto con el nuevo Papa; y cada renglón de cada discurso de Bergoglio será amplificado y resignificado en clave local, para validar a los opositores (incluyendo a los medios) en su cruzada contra el kirchnerismo: una actitud que, si se exagera como es esperable, puede derivar en algún frenazo del propio Bergoglio (con los modos eclesiales, claro); que ahora debe jugar en un tablero político bastante más amplio que la política nacional.  

Y que tendrá que atender además de inmediato, a otras prioridades, sumida como está la iglesia católica en una crisis tan profunda, que forzó la renuncia de Ratzinger por su impotencia para encararla y resolverla.

Y para concluir, una cuestión más interesante y para analizar a futuro (cuando Bergoglio empiece a dar señales más concretas de lo que hará como Papa) es ver en que medida la elección de un argentino para comandar la iglesia católica, no es parte de una estrategia más general hacia Latinoamérica y los movimientos políticos emergidos al calor de la crisis de las políticas neoliberales; del mismo modo que la elección de Juan Pablo II en los 70' se inscribió en el contexto de la embestida de las potencias capitalistas occidentales contra los socialismos reales que gobernaban en Europa del este, aunque su influencia real en su colapso sea materia de discusión.

Una estrategia no necesariamente diseñada desde el corazón de la curia romana, pero de la que ésta participe voluntariamente; considerando que los primeros años del siglo XXI encontraron a la iglesia católica en América Latina (como en el resto del mundo) centrada en sus propios y graves problemas internos, y cumpliendo un rol políticamente secundario y -casi sin excepciones- opositor a los nuevos populismos gobernantes en la región.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

- Vestir al Papa
Ropa nueva, zapatos... todo a la medida de Francesco I. También
hay que vestir su carácter, su moral... todo a la medida de la circunstancia.
Las telas, los colores son importantes, como importantes son los saltos en las historia de una vida que permitan caer en los lugares que puedan darle razón el haber puesto en marcha todo el aparato mediático mundial, para vestirlo de humildad y de pobreza.
Venderlo como el adalid de los pobres y relacionarlo con cualquier cosa que lo despegue de lo que fue.
Ya no es Jorge Bergoglio es Francesco I. Pero Francesco I necesita que Jorge Bergoglio tenga merito, no importa si es mentira, se exagera lo realizado o se omiten actos ominosos. Es lo que hacen los cofrades. Mataron a Hipatia condenaron por herejía a Galileo, quemaron vivas a las mujeres por brujas, apoyaron a las dictaduras asesinas de Latinoamérica,
ocultan y defienden a los pedófilos, lavan dinero del trafico de armas.
De esa forma se han perpetuado poco más de dos mil años. Desde el punto
de vista de los cofrades se puede decir que no se equivocan.


- Los soldados
Joseph Aloisius Ratzinger ex Benedicto XVI, 265 sucesor del apóstol San Pedro, pudo desprenderse del ectoplasma del Espíritu Santo con una renuncia. Entonces me pregunto :
¿porque es tan difícil excomulgar a Christian Von Wernich?
La única respuesta que encuentro es que es difícil porque hizo lo que se
esperaba que hiciera. Ergo , para la iglesia romana, Von Wernich, es un
preso político, un mártir.

Ayer los 44 represores acusados por delitos de lesa humanidad cometidos
en el campo de concentración de La Perla lucian en su pecho lazos amarillos
y blancos, los colores del Vaticano.
Festejan que después de Primatesta, el ahora padre espiritual, Jorge Bergoglio,
es el nuevo Papa.


- Los tetimonios
Patricia Astelarra dijo:
- "Cura Magaldi" era el apodo del torturador Roberto Nicanor Mañay, fue el que me vejó, a pesar de que yo estaba embarazada de cinco meses. Me desnudó y me ató a un catre. Después de la tortura me sacó la venda y me dijo ‘es para que veas lo que te voy a hacer’.
- Las más jovenes y lindas eran las que peor lo pasaban. No sólo nos habían
reducido a la esclavitud. También a muchas a la esclavitud sexual.
Era un deporte morboso que practicaban habitualmente. Astelarra señaló –algunos
hasta con su dedo– a quienes mencionó como “los principales violadores”.
Fue entonces cuando nombró a Ernesto “Nabo” Barreiro, Hugo “Quequeque” Herrera, José “Chubi” López a quien, dijo, “le gustaba quemar los senos de sus víctimas con cigarrillos”; a Jorge Exequiel “Rulo” Acosta, Héctor “Palito” Romero, y Roberto Nicanor Mañay.


- Los fieles
Los fieles de todo el mundo muestran su alegría. Y se vuelve interesante
observar la alegría de los fieles argentinos que no tienen Presidenta
pero tienen Papa.

Anónimo dijo...

Si algunos, que no tienen Presidenta pero ahora tienen Papa, estàn tan contentos, habrìa que poner barcos y aviones a disposición, y que se muden al Vaticano.
El Colo.

Anónimo dijo...

Si ponen barcos no los hagan pasar por Ghana

Adrian Daulon dijo...

Soy católico, y creo que Nestor y Cristina nos embarcaron en la posiblidad más formidable como país de repensarnos y refundarnos, y así también por una fortuna histórica caminan muchos países hermanos de la región en la misma sintonía. Soy católico y con dolor, con mucho dolor reconozco el papel bochornoso en general de las Jerarquías de la Iglesia, en particular la argentina que siempre estuvo a favor de procesos liberales y de las estructuras generadoras de nuestras profundas desigualdades y en contra de los procesos populares de integración. No obstante hay un sector muy importante de la Iglesia que consideramos que con Caritas no alcanza, hay que comprometerse con este proyecto pues implica cambiar las estructuras de poder y aunque a muchos no les guste esta en la esencia de la doctrina católica y lo expresa concretamente la encíclica Laborem exercens: El estado debe intervenir para regular y ordenar el sistema ecónomico por lo que lo político está por encima de lo ecónomico, los procesos productivos y las invenciones técnicas tienen que estar al servicio del hombre no al revés, la propiedad privada tiene que estar al servicio del bien comùn no tiene valor en sí misma. Quiero decir con esto que más allá de nuestros reparos dejemos caminar al nuevo Papa. Y veamos que hay mucho de la doctrina en total sintonía que el proyecto que hoy lleva adelante Cristina y que nuestra meta política en todo caso debe ser recuperar y mostrar dónde hay coincidencias, para persuadir y lograr la masa crítica que siga acompañando al proyecto no para dividir

Anónimo dijo...

Insisto. Barcos y aviones. Pasajes gratis con servicio all inclusive.
Y el anónimo de las 14:11 (el que tiene miedo que los barcos pasen por Ghana), que de vez en cuando prenda el TV. La Fragata volvió y los fondos buitres siguen sin cobrar.
El Colo.

Anónimo dijo...

Para Adrian Daulon,

Hola Adrian,

Me parece que sobre estimas el peso de las criticas.
Nadie más que la misma corporación de la Iglesia puede impedirle caminar a Francesco I.
Es desde esa mirada que se critica. Suponiendo las mejores intenciones de Francesco I y hablando en un modo coloquial:
"Una golondrina no hace verano"
Así que no esperes que no se critique el lado degenerado de la Iglesia.
El problema de Bergoglio es aquello de lo que hay prueba irrefutable, como sucede con la mentira de haber negado
que sabia del robo de bebes.
Por otro lado eso lo conecta con el lado humano que es que Bergoglio es un pecador.
Entonces aparecen las diferencias entre la justicia divina y la terrenal. Una disipa los pecados con penitencia,
la otra con cárcel. La Iglesia haría bien en permitir que la justicia terrenal juzgue los delitos graves, los de instancia privada, los económicos, los políticos en contra de los pueblos;
porque esos no tienen nada que ver con la Fe.
En cuanto a Jorge Bergoglio, que ahora es Francesco I, puede enmendar. Si sos católico, sabes de lo que estoy hablando.
Yo tengo esperanza, que como dicen es la hermana menor de la fe,
que la enmienda sea su penitencia. De ninguna manera se puede interpretar el pedido de penitencia como impedirle hacer o mejor deshacer mucho de lo negativo de la Iglesia.
La penitencia también es un momento de gloria así que la enmienda como penitencia, debería ser el incentivo para hacer de cualquier cristiano. Más aún si se posee alta investidura.


Saludos.