LA FRASE

"QUE DESDE LA VICEPRESIDENCIA SE SOSTENGA UNA AGENDA QUE NO SEA LA DEL GOBIERNO ES ALGO QUE NUNCA SE HA VISTO." (JULIO COBOS)

jueves, 31 de marzo de 2016

CERTEZAS E INTERROGANTES


Puede decirse con certeza que el gobierno de Macri dispone de la mayor acumulación de poder político y económico desde la restauración democrática en el 83’: desde el blindaje orquestado por los grandes medios hasta el ostensible apoyo de los principales grupos económicos del país, pasando por la generosa predisposición del partido judicial, parte del sindicalismo, casi todo el arco de las cámaras patronales y buena parte de la propia oposición política con representación en el Congreso.

Todos ellos apoyan su gestión abiertamente, o por lo menos no están dispuestos a quebrar lanzas contra su gobierno, por lo menos por ahora. Ni hablar de las alianzas que está tejiendo aceleradamente en el exterior, con la vuelta a las “relaciones carnales” con la principal potencia mundial; factores todos que refuerzan la lectura que hizo "Cambiemos" de su ajustado triunfo electoral, como una rendición incondicional de la oposición a su política, y un cheque en blanco para aplicarlas sin anestesia, si lo creen necesario.

También existe -al menos para nosotros- la plena certeza de que Macri está totalmente dispuesto a utilizar esa fortaleza política para encarar un ajuste ortodoxo tradicional en toda la línea: no hay que caer en el error de confundir situaciones de “prueba y error” (como la supuesta lluvia de dólares que vendría por el fin del “cepo”, que al no llegar obligó a apurar el arreglo con los fondos buitres), con  una disputa hacia el interior del gobierno entre “palomas gradualistas” y “halcones partidarios del shock”. Si para Carrió -que es oficialista, al menos por ahora- lo de Macri es "un ajuste brutal" ¿quiénes somos nosotros para contradecirla?

Por si hicieran falta más certezas para colegir que lo que se está desplegando en el país es un proyecto político que atenta de pleno contra los intereses populares, ahí está la anunciada nueva ola de aumentos de los precios que el Estado regula o administra: al tarifazo de la luz y los peajes se sumarán en estos días el del gas, los trenes y colectivos del área metropolitana, el agua , otra vez los combustibles y muy posiblemente más adelante, otra tanda de aumentos de la luz.

Por contraste y como marca de agua de un gobierno que avanza con dos velocidades (según los intereses que se busca atender con sus medidas), todo lo que signifique compensar a los sectores de más bajos recursos por los efectos del ajuste, queda en el terreno de los proyectos, las promesas y las “medidas en estudio”; como la baja del IVA a los artículos de primera necesidad y la ampliación de la AUH. Así como al comienzo de la gestión la eliminación o rebaja de las retenciones salió como por un tubo, y los jubilados de la mínima debieron penar para cobrar miserables 400 pesos.

Lo propio sucede con la macroeconomía: mientras el gobierno avanza decidido en el acuerdo con los buitres (objetivo en el cual Paul Singer le pone más obstáculos que el Congreso) para reiniciar otro ciclo de endeudamiento masivo, y desmantela concienzudamente toda forma de regulación del mercado financiero alimentando mil y una “bicicletas” y la bola de nieve de las LEBACS, (la gestión de Sturzenegger refulge entre lo peor de un gobierno de por sí malo), brillan por su ausencia las medidas que eviten el grave retroceso en el empleo, los niveles de actividad y el acceso al crédito a las empresas para recomponer capital de trabajo; al tiempo que se alienta a los grandes grupos empresarios a endeudarse en el exterior en moneda dura, acaso preparando otra futura estatización de pasivos privados.

Con semejante rumbo, hay certezas sobre los resultados esperables, no sólo porque se trata de recetas que ya se han ensayado en el país con efectos catastróficos, sino por los datos duros que -pese al apagón mediático- filtra la realidad cotidiana: caen el nivel de actividad y el empleo, el salario pierde poder adquisitivo y aun en un escenario de recesión, la inflación está lejos de ceder; y la única política con la que el gobierno (que dice estar preocupado por ella) parece querer contenerla es la suba de las tasas de interés, aun al riesgo conocido y asumido de derrumbar aun más la actividad económica.

Apertura irrestricta de los movimientos de capitales que potenciará la fuga (de hecho desde diciembre lo viene haciendo a un ritmo acelerado), valorización financiera y festival de maniobras especulativas, profundización de la recesión y la redistribución regresiva del ingreso para alcanzar las “metas de inflación”, ajuste de tarifas, despidos en el Estado y paralización drástica de la inversión pública (desde el ARSAT III a Atucha III, o las represas de Santa Cruz) para lograr las “metas de déficit fiscal”.

Cualquiera sea la idea que muchos abrigarán respecto a lo que significaba la “revolución de la alegría”, lo cierto es que aun sin gestos adustos, lo que Macri ejecuta es un programa de ajuste hecho y derecho; que los talibanes de la city como Broda le exigen profundizar y provoca el desmarque impostado de Carrió; de proverbial olfato para detectar el deterioro de los gobiernos de los que forma parte. Por cierto: el vodevil en torno a Angelicci y los tarifazos, con rápida convocatoria a Olivos y "reunión divertida" posterior es para consumo de la gilada; "Cambiemos" estrena un recurso utilizado hasta el cansancio por el peronismo, que es crearse desde adentro su propia oposición, para obturar el surgimiento de una real desde afuera. 

Asistimos a un panorama en el que hasta la apolillada dirigencia de las CGT se ve obligada a plantear en un documento algunos cuestionamientos, más a las políticas que al propio gobierno (como si surgieran del cielo), y dejando de lado en la crítica al propio Macri; en un documento en el que por contraste se da tiempo para calificar de “desastrosa” la gestión del kirchnerismo en el tema inflacionario; cuando los aumentos de precios venían cediendo su ritmo hasta los anuncios de devaluación de Prat Gay, y el levantamiento del "cepo" con devaluación instantánea.

Y un documento en el que reduce a la mitad la cifra de los despidos reales, y pone el foco -para variar- en Ganancias, único reclamo directamente dirigido al presidente; sin mencionar una sola palabra respecto al deshonroso acuerdo con los buitres, y sus consecuencias a futuro; como si nada tuviera que ver con el destino de los trabajadores, sus representados. Coronado además con su asistencia al Congreso a remolque de las dos CTA, para debatir sobre los proyectos para frenar los despidos; un problema que menospreciaron porque "sólo alcanzan a los ñoquis de la Cámpora" (por eso no acompañaron en su momento la huelga de ATE), hasta que les empezaron a tocar también a ellos y sus sindicatos. 

Todo esta realidad pura y dura parece a veces difícil de terminar de ver en todos sus contornos, porque se nos presenta superpuesta con un cotidiano show televisivo y radial de ribetes policiales y judiciales sobre los empresarios k y la corrupción del pasado gobierno, que alcanzará seguramente su punto culminante en unos días cuando Cristina deba declarar en tribunales en la mamarrachesca causa armada por Bonadío a gusto y paladar del gobierno; y el núcleo duro de su electorado, ése que proclama orgulloso "prefiero pagar fortunas de luz, con tal de verla presa a la yegüa".

Un show que -dado el contexto político, económico y social en que se produce la citación a CFK- puede terminar convirtiéndose en un búmerang para el gobierno: cabe plantearse el interrogante de que efectos provocaría una masiva manifestación de apoyo a Cristina en ese momento no solo en la Rosada (desde cuyas usinas se alimenta a diario la demonización de su figura y de la experiencia kirchnerista en su conjunto), sino en el peronismo que desde el cuestionamiento a su liderazgo construye la política de “colaboración” con Macri; plasmada en las muchas manos levantadas en ambas Cámaras para validar la capitulación ante Singer y los buitres.

La certeza con la que Macri persevera en su rumbo tiene que ver por un lado con la fortaleza del dispositivo de poder que sustenta a su gobierno (conforme lo dicho al principio), tanto como en la existencia de un núcleo duro de apoyos sociales (acaso coincidente en términos cuantitativos con sus votos de las PASO del año pasado) dispuesto a bancar todo; sea por fanatismo ciego, por convicciones reales o la negativa a reconocer que se mandaron un mocazo electoral. 

Son los que -por cualquiera de esas razones, o todas ellas juntas- compraron a libro cerrado el buzón neoliberal del "ajuste inevitable, para poner punto final a la fiesta populista", adornado hoy por el "se la llevaron toda, por eso hay que ajustar", pero en realidad tan viejo como las proclamas de los golpes militares que tumbaban gobiernos democráticos "para fortalecer la democracia".

Hay en ese núcleo social espacio para que el gobierno siga apelando al recurso de la “pesada herencia recibida”, y justifique desde allí todo el combo del ajuste; pero surge el interrogante de si el convencimiento de esos sectores no es directamente proporcional al desgaste del argumento con el resto de la sociedad, en el cual el gobierno empezaría a terminar aceleradamente con el crédito que se le abre a toda nueva gestión.

Y el interrogante mayor a futuro no es tanto para donde puede rumbear la cosa (por lo dicho hasta acá, sobre eso hay más certezas, y no son buenas) en términos económicos y sociales, sino quien y como capitaliza políticamente el previsible descontento social (que ya se está empezando a manifestar), y como se articula la oposición al programa de Macri.

Así como también es un interrogante si el apoyo del "peronismo competitivo y funcional" de hoy no es una deuda pesada a futuro en términos de poder político: ahí está a la mano el ejemplo de Brasil y la fuga del PMDB de la coalición que sustentó los gobiernos de Lula y Dilma (y eso que allí hablamos de disputas al interior del oficialismo, al menos en los papeles electorales); apenas la crisis económica generó el espacio para que con la cortina de humo de la corrupción, se colara el intento de zarpazo institucional de la oposición de derecha.

Lo dijimos hace un tiempo y lo repetimos ahora: si las cosas se le complican al gobierno de Macri lo que hoy es un aparente signo de fortaleza (haber logrado quebrar a la oposición, e integrar a parte de ella a decisiones cruciales de su gobierno) puede convertirse en una debilidad; porque no es conveniente deberle mas a los ajenos, que a los propios. A no ser que el PRO aplique la lógica del "endeudamiento benéfico" que postula para la economía, al terreno de la política.  

1 comentario:

Anónimo dijo...

¿podriamos definir "endeudamiento benéfico"?
¿Participaciones en negocios?
¿Reconocimientos dinerarios?
¿Incorporaciones al Pro en cargos ejecutivos?